Como mujer, como persona y como fotógrafa, la espiritualidad es algo muy importante en mi vida y algo que siempre tengo muy presente. La vida moderna suele descuidar la espiritualidad, pero debemos recordar que no podemos vivir sólo pensando en las necesidades físicas y materiales. La espiritualidad es un viaje íntimo a nuestro interior, es una relación personal con algo más grande que nosotros, un vínculo entre el hombre y Dios sin manifestaciones exteriores ni rituales La espiritualidad no va a ser hallada en los libros. Si queremos ser espirituales, tenemos que crecer desde dentro prepararnos para la contemplación: silencio, recogimiento, escucha y mirada. Descubrir el valor espiritual universal de la Naturaleza y su dimensión sagrada, como santuario y revelación a la vez. Observar en nuestros momentos de quietud contemplativa, las cosas más simples y cotidianas que nos ofrece la naturaleza que nos rodea y que nos conecta con un estado de paz; el murmullo del agua, las hojas de los árboles, los colores cambiantes, las gotas de lluvia… Debemos escuchar cuidadosamente nuestra voz interior. Ser no es un lujo, es una disciplina. Es permanecer en estado ritual, en un espacio de algún modo sagrado. En este renacimiento muchas mujeres empiezan a recordar cómo eran de niñas y qué las movía, sus sueños y sus deseos. Necesitamos recobrar lo sagrado femenino tanto para nuestra espiritualidad individual como para el bienestar del planeta. Le devastación ambiental que sufrimos habla de una cultura que ha olvidado la sacralidad de la tierra y la divina madre. Y nuestra vida individual, tan a menudo atrapada en adicciones y sinsentido, ansía reconectar con el alma, que siempre ha tenido una cualidad femenina. La antigua figura femenina del anima mundi (alma del mundo), la presencia espiritual en la creación, une nuestro propio camino individual con el del mundo.